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Aquí encontrarás una recopilación de las experiencias vividas

para los viajeros de Mirada Oberta

Dos semanas mágicas...

Pol Domènech

 

Aún no se cómo fue, pero mamá nos dijo que toda la familia iríamos a Gambia ese verano del 2012. El día del viaje llegó y yo no tenía ningún tipo de expectativa. Creo que esto hizo que fuera una de las mejores experiencias humanas que yo nunca he vivido. Llegamos a África y para mí fue como entrar en una nube en la que el tiempo no pasaba. Recuerdo que incluso las cosas más cotidianas tomaban una dimensión distinta en Gambia, y es que África, y Gambia en particular, me enamoraron. Recuerdo irme sabiendo que aquellas dos semanas habían sido mágicas y que tenía que volver.

¡País pequeño con un gran corazón!

Ona Reig

 

Mirada Abierta me ha abierto la puerta a conocer el país tan rico y tan interesante que puede llegar a ser Gambia. Es uno de los países más pequeños de África, pero sin embargo toda la gente que habita allí tiene un corazón muy grande. Allí hice amistades que todavía me duran hoy en día, sobre todo de la gente del campo en la que estuvimos durmiendo durante la estancia. Te recomiendo esta experiencia al 100% si quieres conocer, desconectar y disfrutar durante una semana en verano.

¡La magia de Gambia hace que todo el mundo conecte!

Mariona Domènech

 

Mi primera experiencia con Mirada Oberta fue cuando tenía 14 años, y la segunda vez fui con 16. Pisar África fue el descubrimiento de un nuevo mundo lleno de sorpresas y nuevas experiencias. Personalmente con ese viaje pude abrir totalmente la mente, dejando entrar todas las nuevas cosas que fueron apareciendo a lo largo de los días. Además de abrir mi mirada, la mente, y creciendo como persona, el viaje en grupo fue muy enriquecedor porque pude conocer gente nueva que en pocos días se acabó convirtiendo en mi familia, unidos por las fuertes vivencias que compartíamos juntos. Entre la gente joven creamos una fuerte energía que dio vitalidad al grupo y es curioso que en esta situación diferente y especial, todos acabamos uniéndonos también con la gente mayor, a los más pequeños... personas tan distintas a mí que nunca hubiera pensado que podría conectarme de esa manera. ¡La magia de Gambia hace que todo el mundo conecte!

Abrir los ojos

Pau Muntanyola Herrero

 

La verdad es que me gustó mucho, es un viaje muy recomendable. Lo que más me gustó fue la gente, puesto que es muy amable. Como lugar, el campo está muy bien, y lo recomiendo. Todos los sitios que se visitan son muy interesantes, y guapos. Recomiendo mucho ayudar a esta ONG ya que en Gambia nececcitan nuestra ayuda. Recomiendo también realizar este viaje ya que te hace abrir los ojos.

Compartir y aprender juntos

Pep Escolano

 

Hay mucho que explicar, el viaje da para pensar en muchas cosas. Lo más importante es darle las gracias por su trabajo organizando este encuentro que ayuda a tener la mirada abierta. Muchas gracias. Desde el Instituto Escola Costa i Llobera todavía tenemos que hacer mucho camino, contamos con vosotros para compartir y aprender juntos.

Un viaje que perdura en el recuerdo

Olga Maestros

 

Este verano quería realizar un viaje diferente; por la web vi la oportunidad de participar en el viaje solidario a Gambia con Mirada Oberta. Contacté con Anna Ferrer, es la persona que lidera este proyecto, él me explicó la propuesta y empecé a ilusionarme. No conocía a nadie de los integrantes del viaje, pero pensé que era una buena oportunidad y eso no era un obstáculo. No entendía muy bien que se trataba, realmente me fui con pocas expectativas y el corazón y la mente bien abiertos...... Hicimos un encuentro, nos presentamos y ya allí pensé que este viaje iría bien, tuve mucho buenas vibraciones. Las personas que quieren realizar un viaje solidario tienen un talante especial. El día 21 de julio de 2015 a las 18 horas quedamos en el aeropuerto de El Prat e iniciamos todos una aventura de 7 días muy intensos, llenos de buenos proyectos, momentos muy emotivos y recuerdos inolvidables. Gambia, es un país mágico, precioso, rodeado de un verde precioso y del río Gambia con toda su majestuosidad. Conocimos a sus habitantes, gente sencilla y acogedora, con pocos recursos y con un gran corazón. Conocimos al país desde dentro, no como unos turistas sino como un grupo de gente con ganas de conocer el país desde dentro, rodeados por ellos mismos y con unos proyectos de cooperación, llenos de ilusiones y buenos deseos. Fuimos muy bien acogidos, nos enseñaron rincones a los que el ojo viajero es difícil de llegar. Fue un lujo nuestra estancia en el "Berefet Camp" unos bungalows traídos por Luis y Maria, unos madrileños que llevan diez años viviendo en Gambia, nos hicieron nuestra estancia inmejorable. Este maravilloso viaje nos ayudó a entender y conocer desde dentro que hay detrás de una ONG o un proyecto de cooperación, cómo funciona, cómo trabajan y toda su infraestructura. Anna lideró al grupo velando siempre por nosotros y atenta a cualquier contratiempo. Todo fue de maravilla, genial, fantástico.... no tengo más adjetivos para definirlo. Desde aquí te doy las gracias por hacer este viaje tal y como fue. He vuelto de Gambia con muy buenos recuerdos, muy buenas vibraciones, grandes experiencias y buenos amigos. Ha sido un viaje totalmente recomendable, que no acaba en el momento de llegar a Barcelona, se convierte en un viaje con muchos valores y con unas imágenes impactadas en nuestra retina y en nuestro corazón.

¡Abrir!

Eva Juncosa

 

El viaje a Gambia con mirada abierta ha sido fascinante. ¡Me ha abierto la mirada, la mente, el corazón, las sensaciones y todo lo que se pueda abrir! Conocerás Gambia de una forma muy auténtica, respetuosa y solidaria. Podrás entender un poco cómo es Gambia y también que hace un proyecto de cooperación de una escuela catalana en este país. y Todo esto acompañada con unas personas de una calidad humana excepcional.

Enriquecerse

Pilar Revilla

 

Nuevas caras, nuevos paisajes, nuevas experiencias. Cada año el viaje a Gambia nos regala sensaciones que nos enriquecen .

Mirada Abierta

Anna Ferrer

 

El viaje a Gambia siempre aporta perspectiva, enseñanzas, una mirada más abierta al mundo y una experiencia inolvidable.

Un cuento gambiano...

Albert Domènech

 

Al final de la carretera le veo avanzar lentamente. Lleva un pantalón marrón de pinzas muy feos que le quedan perfectos. Una camisa de cuadros blancos y azules medio desabrochada dejando visibles una pectorales brillantes y fuertes. Lleva con elegancia un gorro de lana de color marrón sucio en la cabeza y una caña en la boca. Avanza a pasos lentos y largos, pasos despreocupados, que no tienen miedo. Es como una lenta danza acompasada de un bailarín atleta y atractivo que conoce el ritmo adecuado. La delicadeza de avanzar los pies buscando un nuevo impulso que le hace elevarse como si fuera un pájaro a punto de levantar el vuelo. Es la belleza de un cuerpo hermoso avanzando alegre sin prisas, sin angustias... A mí me gustaría andar así. Pasa justo por delante de mí y con una sonrisa de dientes blancos me saluda. Me alarga la mano, me pregunta cómo estoy, how are you, me cuenta que le llaman Duda y tiene diecinueve años. Va a casa de su hermano. Vuelve a sonreír, y yo me doy cuenta de que también estoy sonriendo, que me gusta estarme allí plantado bajo el sol gambiano, escuchando cómo Duda me cuenta que tiene dieciséis hermanos de tres madres diferentes, que ahora tiene vacaciones y que estudia, aunque no entiendo de qué. Ahora pasará unos días en casa el hermano mayor, tampoco sabe cuántos ni mucho menos que hará después. El tiempo no le exige previo aviso, la vida es hoy y el futuro también. Él marca el compás, y es rítmico y sabe bailar alegre por encima de las limitaciones de una vida simple, y corta, que mañana volverá a empezar.

Duda se ha ido. Yo sigo asentado bajo el árbol de algodón de seda, miro a mi alrededor y es evidente que me siento extraño. Un mundo diferente, una forma de mirar, de sonreír, de hablar, de esperar, de comer. Yo vengo de un mundo lleno de prisas, de angustias provocadas por la incapacidad de gestionar nuestras necesidades reales. Me pregunto si seré capaz de aprender a minimizar las contradicciones en las que vivo, si seré capaz de encontrar el andar del amigo Duda, si podré bailar alegre por encima de la cuerda floja del tiempo, del día que me toca vivir sin estar acondicionado por el mañana, o el pasado mañana.

Cae la tarde, los niños siguen corriendo arriba y abajo. "Tubab, tubab" me gritan contentos. Levantan ambas manos, me saludan alegres. Una cabra pasa por delante de mí arrastrando una cuerda con una estaca atada al final. Siete pájaros de color amarillo juegan entre las majestuosas ramas del baobab. El sol gambiano marcha y van apareciendo silenciosamente mil luces en la oscuridad. Un hombre, no se si mayor o muy mayor, me saluda. Se acerca, me pregunta si estoy bien, y le digo que sí, que estoy extrañamente relajado viendo pasar la tarde delante de mí y que todos los actores que le han acompañado han sido maravillosos. Sonríe. Me pregunta si tengo hambre, le digo que no lo sé, que no había pensado, pero que quizás sí. Me invita a su casa. Mi hijo con la mujer y los niños se han ido hoy a Brikama a visitar a un pariente, seguro que hay un plato en la mesa para ti. Gracias, me gustará pasar un rato con tu familia. Yo intento ver dónde pongo los pies, él parece que avance con los ojos cerrados en medio de la negrura. Giramos a la derecha ya pocos metros entramos en su compound. En medio del patio hay una mujer removiendo una olla que se calienta con un pequeño fuego de cuatro troncos. Siete niños corren a su alrededor. La noche se presenta placentera. Conversación tranquila, buena comida y mejor compañía. Cae la noche, o la madrugada, o quizás empieza un nuevo día en Berefet, creo que he perdido el tiempo de vista y eso me gusta. Bajo caminando lentamente hacia el río, tengo sueño. Voy a dormir. Buenas noches.

 

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